El Gordo López

Jorge Antonio López


Rojo pececito
pececito rojo
con un cuchillito de tres hojas
yo te apuñalo de muerte,
con mis dedos, yo te parto en dos
así tendrá un final este silencioso corro
rojo pececito
pececito rojo
mi cuchillito es rojo
mis pequeños dedos son rojos
cae en el plato un pececito muerto.


Los niños que sueñan de Oskar Kokoschka.

El segundo oficio más antiguo del mundo es el de contar historias. La vida es un grifo gigante que se divierte escupiéndonos chorros de días calientes. A costa de soportar el sol para seguir viviendo. No creo que cambie el mundo si yo hablo del gordo López. Va a cambiar nuestra forma de recordar a la gente, de respetarla. Sin ser un narcisista complaciente. Es otra forma de supervivencia. El gordo tenía una bici negra, con la que todos los días iba a la gomería de Carulo. Las bicicletas son esas piernas eternas. Yo iba a la gomería con la cámara de la bicicleta rota a propósito. Disfrutaba el proceso del arreglo, el gordo apretaba la cámara inflada y la metía en el agua, empezaban a salir unos globitos de aire, luego él tomaba un pincel chiquito y desparramaba cola para luego apoyar el parche .Ese momento era tan perfecto y efímero. Como la mirada de un perro triste. Esos trabajos que consisten en arreglar cosas deberían considerarse arte. El gordo jugaba al fútbol en la rural, era marcador de punta sin despeinarse. Hay cosas de las que nadie se acuerda. ¿Quién se acuerda que el Tata Díaz juega de siete?. ¿Quién se acuerda de Quesoro?. ¿Quién se acuerda que el Tato Soldevila fue el primero en usar lentes redondos? Nos estamos acordando del gordo López. La versión oficial dice que murió de un ataque en el baile de egresados de su hija. En realidad era tan feliz, que decidió irse a la pista de baile más grande, la eternidad. No hay nada más hermoso que morir en los brazos de su hija bailando un vals, verla recibida con un titulo que por ahí él deseaba para ella, por que por ahí él no había podido. Una paloma negra se poso en su hombro y se lo llevó. La muerte es esa mano que entra en la pecera y mata al pececito. Hurgar con los ojos el cielo siempre gris. Gordo, hemos puesto otro parche, y esta vez es al olvido.

Iván Ferreyra (Hijo de Dora Burlet)
Ramiro Argañaraz
[Serie de Cuentos de Iván Ferreyra ilustrados por mi]

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